Un primer encuentro con la historia viva de los Andes, entre arquitectura inca, espiritualidad y legado colonial.

Traslado al aeropuerto y vuelo a Cusco
Comenzamos el día con el traslado desde tu hotel hacia el aeropuerto de Lima. El vuelo a Cusco (no incluido) es breve, pero impactante: en poco más de una hora pasamos del nivel del mar a más de 3,300 metros de altitud. Nuestro equipo puede asistirte en la reserva del vuelo según tus preferencias.

Llegada a Cusco y recogida en el aeropuerto
Al aterrizar en el aeropuerto Alejandro Velasco Astete, nuestro personal estará esperándote para acompañarte al hotel. Recomendamos descansar, tomar una infusión de coca y adaptarse con calma al nuevo ritmo andino. La altitud se siente, pero también se respira historia.

Catedral del Cusco: donde el barroco se tiñe de andino
Entramos a este majestuoso templo construido sobre los restos del palacio inca de Viracocha. Entre retablos dorados y altares de plata, los lienzos de la escuela cusqueña revelan un sincretismo profundo: la Última Cena con cuy, la Virgen María con rasgos locales, el sol y la luna conviviendo en marcos de estilo europeo. Cada rincón de esta catedral es una lección de historia viva.

Coricancha: el templo del Sol que aún irradia poder
Lo que fue el corazón espiritual del imperio inca, hoy convive con el Convento de Santo Domingo. Pero las bases originales sobreviven: muros que encajan sin mortero, alineados con precisión astronómica. Aquí los incas adoraban al Inti, a las estrellas y a las estaciones. Cada piedra parece susurrar una ciencia ancestral.

Sacsayhuamán: el enigma de los bloques gigantes
A las afueras de la ciudad nos espera este complejo arqueológico donde las piedras parecen esculpidas por titanes. Dispuestas en zigzag como un rayo petrificado, estas murallas muestran la destreza técnica y simbólica de los incas. Desde sus alturas se contempla Cusco como el cuerpo del puma sagrado.

Q’enqo: el santuario esculpido en la roca viva
Un pequeño laberinto de piedra revela altares, canales y cámaras rituales. Aquí, los antiguos realizaban ceremonias vinculadas a la luna, la fertilidad y la Pachamama. Es un espacio íntimo, donde el silencio invita a imaginar los cantos y ofrendas que alguna vez resonaron entre sus muros.

Tambomachay: el agua como fuente sagrada
Finalizamos el recorrido en este conjunto ceremonial donde aún fluye el agua por acueductos incas. Los chorros emergen con precisión milimétrica, como símbolo de pureza y equilibrio. Este lugar, dedicado posiblemente al culto del agua y la fertilidad, nos conecta con la sabiduría hidráulica del Tahuantinsuyo.

Un recorrido por el corazón agrícola, espiritual y artesanal del mundo inca.

Chinchero: arte, tradición y memoria viva
Partimos temprano hacia Chinchero, un pueblo donde el tiempo parece haberse detenido. Aquí, las mujeres tejedoras preservan técnicas ancestrales que transforman la lana de alpaca en piezas cargadas de identidad. Nos muestran cómo extraen tintes naturales de plantas, raíces e insectos, mientras el aroma del campo se mezcla con el eco de las leyendas orales. En lo alto del pueblo, la iglesia colonial construida sobre un palacio inca narra, en muros superpuestos, la historia de un pueblo que resistió sin olvidar.

Moray: la ciencia del cultivo incaico
Luego continuamos hacia Moray, un sitio que sorprende a primera vista con sus terrazas circulares descendentes. Más que una maravilla estética, fue un laboratorio agrícola que permitía a los incas simular diferentes microclimas. Cada nivel tenía su propia temperatura y humedad, lo que les permitió experimentar con cultivos en condiciones específicas. Caminar por estos anillos es sentir cómo la ingeniería se puso al servicio de la alimentación y la sabiduría de la tierra.

Salineras de Maras: la geometría del sol y la sal
Muy cerca de allí, las Salineras de Maras nos esperan con su paisaje inconfundible: más de tres mil pozas rectangulares que brillan como espejos bajo el sol andino. Estas piscinas son alimentadas por un manantial subterráneo de agua salada, una herencia que se remonta a tiempos preincaicos. Los comuneros locales siguen extrayendo sal con técnicas tradicionales, creando uno de los productos más valorados del valle. La sal rosada de Maras no solo se degusta, se contempla.

Urubamba: almuerzo con sabor a valle
Hacemos una pausa en Urubamba, donde nos recibe un restaurante rodeado de jardines y montañas. El almuerzo buffet incluye lo mejor de la gastronomía local: maíz gigante, quinua, guisos con ajíes nativos, ensaladas frescas y postres con fruta de temporada. Es el momento perfecto para descansar y disfrutar del entorno con los cinco sentidos.

Ollantaytambo: la ciudad viviente de los incas
Por la tarde llegamos a Ollantaytambo, uno de los lugares más emblemáticos del Valle Sagrado. Sus calles empedradas, canales de agua y casas habitadas desde hace siglos muestran una continuidad cultural única. Subimos a la fortaleza ceremonial, desde donde se domina visualmente todo el valle. Las gigantescas piedras ensambladas en lo alto, los templos y los observatorios solares nos hablan de un pueblo que miraba al cielo para construir su destino.

Pisac: mercado tradicional y vistas sobrecogedoras
Antes de regresar a Cusco, hacemos una última parada en Pisac. Aquí visitamos su complejo arqueológico, colgado en la montaña como un nido de águila, y luego descendemos al pueblo para explorar su colorido mercado artesanal. Tejidos, joyas, cerámicas e instrumentos musicales hechos a mano nos ofrecen una conexión directa con el talento de los artesanos locales. Cada pieza es un recuerdo que lleva alma.

Un viaje entre montañas, trenes panorámicos y la joya más preciada del mundo inca.

Traslado a Ollantaytambo: la travesía comienza al amanecer
Partimos desde Cusco muy temprano, rumbo al corazón del Valle Sagrado. El trayecto por carretera hasta la estación de Ollantaytambo nos regala un paisaje de valles profundos, campos andinos y montañas que anticipan la grandeza del destino final.

Tren Vistadome Observatory: una experiencia panorámica única
Subimos al tren Vistadome Observatory, una joya del transporte turístico andino. Su vagón con observatorio y grandes ventanas permiten admirar el paisaje como si lo recorrieras a pie: montañas cubiertas de neblina, el río Urubamba serpenteando entre la vegetación y caseríos que parecen detenidos en el tiempo. Música tradicional, danzas típicas y atención personalizada enriquecen la experiencia.

Llegada a Aguas Calientes: la puerta a la maravilla
Al llegar al pueblo de Aguas Calientes, sentimos que Machupicchu está cada vez más cerca. Desde aquí tomamos el bus ecológico que asciende por la ladera de la montaña, cruzando curvas vertiginosas hasta llegar al santuario.

Exploración de Machupicchu: historia viva entre la neblina
Acompañados por un guía experto, comenzamos el recorrido por Machupicchu, la ciudad sagrada de los incas. Exploramos sus principales sectores: el Templo del Sol, la Plaza Sagrada, el Intihuatana y las terrazas agrícolas. Cada espacio habla de una sabiduría ancestral que aún asombra al mundo moderno. La neblina matutina y el silencio respetuoso de los visitantes convierten la experiencia en algo casi místico.

Regreso a Cusco: con el alma llena de asombro
Tras el recorrido, descendemos nuevamente en bus hacia Aguas Calientes y abordamos el tren de retorno a Ollantaytambo. Desde allí, un traslado nos lleva de regreso a Cusco. La jornada culmina con el cuerpo cansado pero el espíritu colmado por una de las experiencias más profundas que puede ofrecer un viaje.

Un amanecer a más de 5,000 metros, entre paisajes que parecen de otro planeta.

Salida de madrugada: rumbo al sur andino
Aún en la oscuridad de la madrugada, partimos desde Cusco hacia el punto de inicio de la caminata. El viaje por carretera revela poco a poco la transformación del paisaje: pastizales altos, pueblos aislados, rebaños de alpacas y montañas nevadas.

Inicio de la caminata: paso a paso hacia lo extraordinario
Tras un desayuno reconfortante en el camino, comenzamos la caminata. El ascenso, de exigencia moderada a alta, transcurre entre cerros ocres, aire frío y cielos inmensos. A cada paso, la energía de los Andes se hace más presente.

Cima de Vinicunca: un espectáculo mineral
Al alcanzar los 5,036 m s. n. m., se revela ante nosotros la Montaña de Colores. Sus franjas rojizas, verdes, amarillas y violetas, formadas por minerales milenarios, componen una escena surrealista que parece pintada a mano. Desde la cima, el horizonte se extiende hacia el Apu Ausangate, sagrado para las comunidades locales.

Tiempo para descansar, contemplar y fotografiar
Tendremos tiempo para disfrutar del paisaje, tomar fotografías y simplemente contemplar en silencio la inmensidad. Es un momento de conexión con la naturaleza, donde el esfuerzo encuentra su recompensa.

Descenso y retorno a Cusco: con los colores grabados en la memoria
Iniciamos el descenso con calma y retornamos en vehículo hacia Cusco. Durante el trayecto, el cuerpo descansa mientras la mente repasa uno de los días más intensos y visualmente impactantes del viaje.

Un último paseo para decir adiós, o hasta pronto, al corazón del mundo inca.

Mañana libre para redescubrir Cusco a tu ritmo
Antes de partir, tendrás tiempo para disfrutar con calma los últimos momentos en esta ciudad mágica. Puedes pasear por sus calles empedradas, visitar una iglesia colonial, comprar artesanía local o simplemente sentarte en la Plaza de Armas y observar la vida pasar.

Ocasión perfecta para los últimos recuerdos
Si lo deseas, podrás visitar tiendas especializadas en productos hechos a mano: textiles, cerámicas, joyas y arte popular que llevan la historia de los Andes en cada detalle. Es el momento ideal para llevar contigo un pedacito de Cusco.

Traslado al aeropuerto: fin del viaje, inicio del recuerdo
Nuestro equipo te acompañará al aeropuerto con la certeza de que este viaje no solo recorrió lugares, sino que también dejó huella en el alma. Cusco se queda contigo, entre imágenes, emociones y aprendizajes que duran más que las postales.